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Blog sobre los dibujos del dibujante canario Álvaro Manzanero.

lunes, julio 30, 2012

The comeback (II)




El famoso equilibrio de negros, que me parece que ya domino. En el primer dibujo volvíamos  en ferry de la isla de Aero, de haber hecho 72 km en bici (yo solo, Estefanía aprendió a montar en este viaje, pero aún no se atrevía a circular con locos pisándole alrededor).
En el segundo me llamó la atención cómo tenía que erguirse el cuerpo del niño para poder atrapar con sus labios la pajita. Cuando le metí los negros, desembocó en Dreyer.
Y para el que quiera un baño de realidad...

The comeback ( I )


Ya de vuelta de ese país que trata a sus niños y a sus viejos a pedir de boca. Coincidimos con el Festival de Jazz de Copenhague. Tras terminar de comer, proseguiamos el camino errabundo cotilleando las esquinas de la ciudad y se te atravesaba un concierto que certificaba que cierto tipo de jazz clásico es el reflejo indiscutible de la felicidad y de la ausencia de problemas. El segundo dibujo lo hice tras haber entrado al museo de arte de Copenhague. Un quinteto cuyos saxo y trompeta no paraban de conversar con una sensibilidad extrema apareció tras franquear un umbral interior del recinto. Unas gradas  y un salón inmenso nos dejaron boquiabiertos. Pero sobre todo la música...Me voy a esos p2p, ahora que recuerdo no he bajado nada de ellos.





domingo, julio 08, 2012

Verano.


Mientras me calmo, pondré un antiguo dibujo de Las Canteras, que en su momento omití. Hoy partimos para Copenhage y espero dibujar sin parar y disfrutar muchísimo. Volveré en 15 días, cargado de dibujos. Hasta entonces.

Jarifa la guapa.


Esta es la última foto que existirá jamás de mi gata Jarifa, que me acompañó durante 6 largos años. La recogí de la calle y ya me sedujo desde el principio con  su topeteo y sus ojos azules. Estuvo conmigo en mi piso de soltero, en Santa Cruz, también en La Palma, durante una sustitución en Los Llanos, compartiendo piso con otras compañeras en Las Palmas en varias viviendas, y por último, 3 años en mi piso solitario de la capital grancanaria. O no tan solitario, gracias a ella. Fue la primera gata que tuve nunca y por tanto, la mejor, mi primer amor. Con ella aprendí a que los gatos aprovechan cualquier caja, oquedad, bolsa, etc, para guarecerse dentro y que para ellos un folio en el suelo ya levanta lo suficiente como para convertirse en atalaya sobre la que subirse. Aprendí también lo que era el más certero equilibrio sobre una barandilla que daba al vacío, mientras mi corazón se mantenía en un puño. A contemplar cómo era posible que esa extraña postura con los coditos para fuera le resultara la más cómoda, y a ver cómo giraba su cabeza en ademán harto jocoso cuando, a tu vera, sobre el reposabrazos del sillón, pretendía que le dieras las sobras de aquel bocadillo que te estabas comiendo.
Los últimos días de su vida fueron terribles. Ver cómo sufría sin poder respirar, cómo era entubada y...muchas otras cosas, pero sin duda fue mucho más lo bueno que me dio que lo que me quitó. Volvería a subirla a casa una y mil veces.