Pioneer Square.
En Seattle hay una plaza con este nombre. No es bella, ni demasiado grande. Allí me senté, entre indigentes y homeless, en su mayoría negros. Una mujer llevaba una marioneta de un monito cuyos brazos le colgaban de su cuello. Una loca discutía con otro sonado exigiéndole que no le tocase más el culo. Todo con ese habla peculiar de los negros en inglés. Y allí salieron estas estampas de un álbum inexistente.
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