Independizándome de la realidad.

La fuerza de un dios, la posibilidad del todo, de todo lo que se te ocurra, está ahí, al alcance de la mano. Puedes moverlos y hacerles decir lo que quieras e incluso obligarlos a sentir.

Cuando dibujas de la realidad, no es cuestión de dibujar la cara, sino de ver la pose antes siquiera de hacer una línea. Luego es tiempo de fijarnos en lo que nos ha llamado la atención- lo que va a durar un segundo y es absolutamente inusual y espontáneo-y plasmarlo, seguramente teniendo en cuenta que lo que no dibujemos sabremos completarlo por un mero conocimiento de la morfología + la perspectiva.
Sobre todo interesa la relación de los miembros con respecto al cuerpo: la cabeza girada con respecto al cuerpo, un brazo adelantado, la cadera rotada, una pierna en escorzo. Tener en cuenta continuamente el todo y los detalles, saltar cada milésima de segundo de uno a otro. Apenas hay que dejar la punta de tinta reposar sobre el papel, y hacer unas líneas definidas y otras sueltas, pero no sin intención.
Tal vez completar con un entorno básico que sepa comunicarnos lo que nosotros creamos que había alrededor.

Los personajes que dibujamos durante largo rato, reconcentrados en las líneas que los contornean o los forman, se nos hacen inhumanos. Por eso es por lo que, minutos más tarde, cuando nos piden fuego o nos ceden el sitio en un cajero automático se nos antojan como entes de ficción salidos de nuestro rotulador y brincados a la vida.

Mi vida es una puta mierda, por motivos de salud, pero reconozco que en estos momentos escasos, lo paso muuuuy bien.