La plaza Farray.

La plaza Farray da para mucho. Si empiezas una conversación con un amigo sentado en la mesa de una de sus terrazas, puedes tener la seguridad de que no la acabarás con él. Todos querrán tener que ver en la conversación: los vecinos de mesa, la anciana que vende los buhitos de cerámica, el borracho que pasaba por allí a ver si colaba una copa gratis.

 

 

En esta ocasión un tipo muy desagradable tenía una discusión con su medio-pareja-apaño. Más desagradable aún.
Soy especialmente fan del dibu de la segunda imagen, en la que el perro se adecua tan cómodamente al regazo de su ama.
Y también del último, en el que un rabino que nunca existió quiere salir de la plaza Farray por mi izquierda.