Atardecer en Bay-bay,

No sé lo que fue. Tal vez haber roto la rutina y deambular casi de noche por la calle. Puede que el fresco en el que acababa de derivar la calima imperante toda la jornada.
Tal vez ver anochecer. El caso es que después de meses los dolores me dejaron disfrutar durante una hora de ver atardecer en un lugar alejado de mi casa, que se me antojó una ciudad a la que acababa de llegar, y estar gozosamente perdido, ignorante del entorno inmediato que circundaba aquella exótica y tranquila terraza. Momentos que ya han sido y que volverán a ser, unidos por hilos invisibles.

Hubiera querido que fuera una postal.

Podría haber sido una postal desde Nueva Zelanda. Así quiero que me salgan: sueltas. Hace muchos años flirteaba con la posibilidad de mandar una postal así, pero aún no sabía cómo hacerlas. Está pintada sobre un folio corriente y moliente, por aquello de la presión que te produce el papel bueno, impidiendo que salga nada sino encorsetado.Debería pegarla a un cartón y enviarla con un sello, a la vieja usanza. Tal vez lo haga. Como de costumbre el escáner no reproduce los auténticos tonos del dibujo.