
Quiero pasar la página y dosificar algunos recuerdos para algún día poder asimilarlos.
Pero ahora me centraré sobre los de mi viaje a Estados Unidos. La impresión ha sido aún más negativa de lo que me esperaba. Los gordos pululan libres y por decenas. La exaltación al consumo en general y al alimenticio en particular es omnipresente y desmesurada. Las desigualdades sociales son patentes y los negros se mueven resignados o con afán de payasos por el estrato más bajo. Han nacido negros y ahí se quedarán, tienen muy poco donde elegir, y tristemente, lo asumen.
Reconozco que los yanquis tienen muchas cosas positivas, pero el poso que se te queda es éste y no el coexistente de una cultura educada, silenciosa y cívica. En cualquier caso valía la pena verlo. Muchas ciudades, como San Francisco, eran realmente preciosas y envidiables.
Y los freakies pueblan la faz de norteamérica, superando en número, contra todo pronóstico, a los canarios, lo cual, claro, me vino muy bien para guiar mi rotulador por el papel.
Las épocas conviven, las décadas de los 50, 70 y 80 están muy patentes en ciertos aspectos de la ropa de la gente, muebles de bares, transportes, arquitectura, etc. Así es que no me costó nada plasmar a este señor que parece sacado directamente de la década de los teddyboys y de un dibujo de
Frank Robbins.